Mirarte a los ojos siempre ha sido como caminar
hacia la ventana de la inocencia.
Pura
frágil
y atemorizada.
Ni con todo el amor logré calmar tus heridas,
secar tus cicatrices de horror.
Y creeme si te hablo de tristeza
cuando te veo pasar y sé que nunca fuiste mía.
A mi pecho le falla el compás
desde que desistí de ti.
Que las ausencias no me matan,
la mía si.
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