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viernes, 21 de febrero de 2014

A ti; visitante de sueños.

Cuando te toco de mis dedos se desprende rabia,
que al rozarte parece que hasta quema.
Delirios mi cabeza atronan,
con fuerza de titán,
debidos a un magnetismo de hierro,
pertenecientes a un sultán.
El de tus melodías malditas
esas, las prohibidas,
las que no están escritas.

Me colé en tu camara secreta para cubrirme de tesoros,
y una enfermedad contraí.
Si hubiese sabido lo que se cernía en el ambiente...
pero más sobre mi.
Me acongojé en una esquina de tu prosa,
cubierta por mis versos como escudo.
Tu luz cegaba, ahora solo irradia
sentimientos negativos para el alma,
tristezas para la razón,
y palos para ese señorito pequeño y frágil llamado corazón.

Cuentale al cielo las caricias perdidas,
que chorrean los lahares de tu cuerpo.
Cuetale y dile como les hablaba a los silencios de ti,
que hasta mudos se quedaban.
Preguntale a las estrellas las lágrimas perdidas,
esas derrochadas sin fin.

Tantas madrugadas,
tanto tiempo invertido.
En un espacio infinito llamado por tu nombre maldito.

El sol me dice que no tema,
que las penas pasan y los días llegan,
con más alegría en los cabellos de alguna musa.
Que pasará sin cesar por delante de mi cara
apenas mirando hacia atrás.
Sin percatarse de mi brillo,
corriendo sin más.
Que me prendaré de sus labios y el calor nuevamente vendrá,
a visitarme en enero,
desafiando hasta a la gravedad.
Hasta entonces aquí sigo,
latiendo sin más.
 
Que ya no quiero saber el por qué de todo,
ni siquiera el truco de volar.
Solo te pido que desaparezcas de mis sueños,
para dejarme descansar,
la vida reír
y la pena amainar.

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