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domingo, 19 de abril de 2015

Manicomio A

La luz que emitía A no pertenecía a Mundo.
Bastaba una tarde con Domingo para percatarte de su singularidad.
Ella no era libre,
ella era la propiamente dicha 'Libertad encarcelada'.

Solo había dos formas de que ella regresase:
  1. La muerte, quien la temía demasiado.
  2. O la soledad, que la acogía en su vientre cada vez que miraba hacia atrás.
No era ningún secreto que el pasado había sido un hijo de puta
ni que ella se había defendido dejándose al descubierto,
pero el peligro acecha en cada esquina
y cómo iba a saber
que tras un susto,
se partiría el resto.


Realizar la suma equivalía a indiferencia
y la realidad, amordazada se quejaba:
 -¿Por qué a mí?-musitaba.
-¿Por qué todo lo que quería se resume en fuego tardío?-salió por sus ojeras intangibles.

Aquella noche ningún ave fénix brotó de sus cenizas,
aquella noche hubo rastro de sangre perdido sin camino de vuelta.

Adivinad quién fue la encontrada,
a L le habían tendido una cuerda al cuello
como si de Salvación se tratase.

Sin cruzar una sola palabra con su hermana
se fue a ducharse en su propio mar,
para A, cuatro paredes podían ser la estancia perfecta

-de cualquier manicomino-.

La locura se había quedado colgada por/de ella,
no tenía límites lo que provocaba
y eso era lo único que movía mis días.
Estaban acabados. Y yo sin ellos.

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