Ella es una musa confusa, a la par que difusa.
Exagerada como ella sola, mimada como ninguna.
Obcecada en sus simples problemas, de los que hace universos repletos de galaxias carentes de versos, que contengan sueños sencillos o problemas resueltos.
Ella es esa musa del carisma marcado por una infancia dura a un modo de vista en diferido de lo que es la plenitud.
Ella es esa musa a la cual su figura y su alma pertenecen a mundos distintos.
La que después de más de 120 días me sigue sorprendiendo con sus reacciones infantiloides con un punto de madurez difícil de hallar por los alrededores de la lejanía, y menos aún de estas orillas.
Ella es esa musa que parece que susurra cada vez que mueve las pestañas al cerrar los ojos.
Creo que tiene la vida borrosa, por eso lo hace cada cinco segundos.
Intenta enderezar lo que parece ser una construcción en los cimientos, la cual no sabe que ya está recta.
Ella es esa musa que amenudo le falta el sentido y se encuentra perdida ante una realidad un tanto fastidiosa a la par que singular.
'Todo es más fácil de como lo pintas', le digo mientras observo como no me escucha.
Tiene los oidos repletos de prejuicios y percances del pasado que no le dejan ser quien quiere, lo que me resulta una movida un tanto punzante para mi persona.
Dicen que los milagros ocurren, yo quiero que escuche mi voz por primera vez, aún habiendola oido varias veces ya.
Mientras tanto espero tumbada en la curva de su sonrisa cada vez que le digo cosas bonitas que le apaciguan las entrañas, y hacen brotar su risa, esa risa que solo puede pertenecer a una musa.
Esa risa que refleja la locura en cada carcajada y yo, yo me siento bien en cada tramo compartido de coincidencias casuales e imposibles, pero que aún así ocurrieron y siguen haciendolo.
No sé, ella es una dama de por si, pero musa, musa solo es conmigo.
Páginas
viernes, 27 de diciembre de 2013
domingo, 8 de diciembre de 2013
Carencias.
He recorrido cada rincón de mi maltrecha morada, perdida por excesos del corazón.
Que tengo las sienes entumecidas de tanto desapego por ambas partes.
Y el cuerpo latiendo sin más.
Sin moverse, me he quedado quieta sin hacer ruido alguno, que me encanta oír un poco de la dispersión de los sonidos tenues que ofrece un domingo inútil por la tarde, entre mis hirientes punzadas en forma de pensamientos, como el teclear del móvil, o el péndulo del reloj de pared moviendose de izquierda a derecha, o tal vez de norte a sur, quién sabe, yo perdí el sentido hace ya un tiempo.
Me apetece una ducha, una estancia repleta del humo de tu cigarro, algún tema francés sonando de fondo, un sofá viejo, pero lleno de historias a cuesta, y compañía? que importa, hoy todo parece ser indiferente.
Mientras que el éxtasis de ese momento se reduzca a la nada, lo demás carerá de importancia.
Qué triste suenan estas palabras, no crees?
Que tengo las sienes entumecidas de tanto desapego por ambas partes.
Y el cuerpo latiendo sin más.
Sin moverse, me he quedado quieta sin hacer ruido alguno, que me encanta oír un poco de la dispersión de los sonidos tenues que ofrece un domingo inútil por la tarde, entre mis hirientes punzadas en forma de pensamientos, como el teclear del móvil, o el péndulo del reloj de pared moviendose de izquierda a derecha, o tal vez de norte a sur, quién sabe, yo perdí el sentido hace ya un tiempo.
Me apetece una ducha, una estancia repleta del humo de tu cigarro, algún tema francés sonando de fondo, un sofá viejo, pero lleno de historias a cuesta, y compañía? que importa, hoy todo parece ser indiferente.
Mientras que el éxtasis de ese momento se reduzca a la nada, lo demás carerá de importancia.
Qué triste suenan estas palabras, no crees?
martes, 3 de diciembre de 2013
La chica de la mirada perdida.
Ella no sabía nada.
No sabía ni que quería, ni de donde era, ni por qué estaba allí.
Lo único que tenía claro era la potencia de su voz al callar lo que sus atormentados silencios gritaban.
Sabía exactamente que tipo de persona era, una bastante incomprendida, pues amenudo se sentía sola.
Por alguna extraña razón, y fuese como fuera por el motivo que había llegado hasta aquí, tenía que ser por un algo especial., pero esto no estaba definido aún.
Por eso y muchas más cosas algunos días, cuando las estrellas llegaban a su punto máximo en la noche, a su zenit, ella bajaba la mirada.
No era algo consciente, sucedía sin más.
Ante la constante atención del resto, debido a este hecho, ella se desentendía de todo.
Miraba pero no veía, oía pero no escuchaba.
Entonces echaba de menos, más que nunca su hogar.
El mundo al que pertenecía.
Ese del que estaba alejada.
Ese al que hacía llamar 'Los Mundos de Yupi'.
Aquel al que volvía cuando se ausentaba de la realidad, cuando su mirada se volvía inerte, sin vida.
Donde los sueños salian a ganar alfin.
Fin.
lunes, 2 de diciembre de 2013
La mujer idílica.
Le escribía todas las noches sin saber siquiera quien era.
Todo cobró sentido cuando ví su reflejo entrar tímidamente por mi ventana.
Levanté el estor y joder, allí estaba, radiante como ninguna.
Nunca había visto una mujer de tal belleza.
Me cautivo simplemente con una mirada, nisiquiera pestañeaba.
Parecía tan inerte y tan llena de vida a la vez, que me quedé inmersa en un mundo de ficción y fantasía, del que creo que nunca logré salir.
Todas las noches la esperaba con impaciencia, nuestros encuentros eran tan ilógicos y especiales al mismo tiempo que todo lo demás sobraba.
Solo éramos ella y yo, no hacía falta nada más.
Algunos días discutiamos y ella se desvanecía, en esos momentos yo me sentía tan vacía que solo esperaba con impaciencia que pasasen las horas para poder pedirle perdón y acariciar su rostro, aunque sabía que esto era imposible, pues ella era inalcanzable.
Entonces todo volvía a recobrar sentido y dirección.
Odiaba los días en los que no la dejaban venir, todo el cielo lloraba su ausencia.
Otros días en cambio venía más fuerte y decidida que nunca, se la veía mayor pese a su juventud prolongada en el tiempo.
Yo me enamoré, pese a sabiendas de que ella siempre volvía presa de su encantamiento.
No me importaba, yo estava dispuesta a esperarla siempre, cada noche de mi triste y patética existencia.
Y así fue.
Esta historia no tiene un final definido, pues siempre que podemos nos volvemos a encontrar, donde siempre, donde nunca...
Que precioso sueño tuve durante una sola madrugada, derrepente desperté y me di cuenta de que ella, la mujer más idílica de este mundo era la Luna brillando en el cielo y dandome con su luz sin querer en la cara.
Entonces una lágrima recorrió mi mejilla hasta llegar a mis labios, los cuales sonreían como si no hubiese mañana.
Fin.
Dedicado con especial cariño a mi monicaca Luna Merino.
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