He recorrido cada rincón de mi maltrecha morada, perdida por excesos del corazón.
Que tengo las sienes entumecidas de tanto desapego por ambas partes.
Y el cuerpo latiendo sin más.
Sin moverse, me he quedado quieta sin hacer ruido alguno, que me encanta oír un poco de la dispersión de los sonidos tenues que ofrece un domingo inútil por la tarde, entre mis hirientes punzadas en forma de pensamientos, como el teclear del móvil, o el péndulo del reloj de pared moviendose de izquierda a derecha, o tal vez de norte a sur, quién sabe, yo perdí el sentido hace ya un tiempo.
Me apetece una ducha, una estancia repleta del humo de tu cigarro, algún tema francés sonando de fondo, un sofá viejo, pero lleno de historias a cuesta, y compañía? que importa, hoy todo parece ser indiferente.
Mientras que el éxtasis de ese momento se reduzca a la nada, lo demás carerá de importancia.
Qué triste suenan estas palabras, no crees?
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