Como si contase algo más allá de la nada.
Como si pudiese tocar, y lamer
e insultar.
-Llámala equis- decía siempre cuando le preguntaban el nombre del arma que le había asestado ciento tres puñaladas sin querer a queriendas.
Como si se la hubiesen marcado a miedo lento, en la piel.
Y no pudiese contar el antisecreto que le recorre la espalda de madrugada.
-X frente a un espejo es igual a x- afirmaba sin firmeza.
Como si la mirada de equis, frente a un espejo, no fuese proporcional a la ruptura que se me escapa entre las escamas, si partimos de la ecuación: 'los principios que comienzan por engaño no terminarán más lejos de ahí'.
Aplicar las matemáticas siempre se me dió bien,
hasta ponerlas en marcha
y con ello,
besar el suelo.
Y después masticar cristal.
-Vaya...-pensó.-No sangra, sonríe.
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