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lunes, 16 de febrero de 2015

El tiempo que tendremos, de menos

Cuando me enamoré de ella,
él vino en el pack.
Me trepaba hasta la nuca
antes de que se terminase la semana
con el objetivo de objetar
que sería cómo y cuándo él quisiese.
No como yo desease, 
hasta la puta muerte
aún siendo en vida la locura personificada en sus ojos mariposa
con más ansia de aprobación que de libertad.


Le encantaba acercarse hasta mi puta prisión
con nombre de boca;
ascendente o descendente
pero siempre con sintomatología de dependencia irreparable.

Se coló en mi arteria ahorta,
le encantaba tenerme bajo esa presión
-que agrede por dentro, y sin visibilidad por fuera-
por la que alguna que otra vez descarrilé
y no en precisamente en su cama,
porque bien sabes a ausencia
y mis papilas gustativas
gustan a tus centímetros reacios
a darme la cuarta vida de gato que solo tiene cinco,
y a mi él, llamado T i e m p o, me hizo la rima tan suave
que me folló hasta la razón.

Ya no logro recordar a no hacerlo
si me falto, y aún así te veo en sueños...

Era capaz de hacerme vibrar de jueves a domingo
y resucitarme,
en un calentón de mala m/s-uerte
pagado a medias
a las afueras de la inocencia
de un mar turbio que quiere llegar hasta el interior
y no sabe ni qué es una salida.

No podíamos acabar en otra cosa que no fuese decepción,
pero hiriente;
como quién pasea por la cuerda que no está floja
y se cae aposta,
porque le gusta romperte
de ciento un maneras diferentes si es por la misma piedra.

Desde entonces permanezco en la franja horaria de lo incierto
y es que por más principos que quieras comenzar
si no te encuentras en el punto sentencia
seguirás llaga,
y cuadruple C;
corte
 coma
caída
y
  capítulo
 en definitiva, siempr a medi...
 

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